jueves, 31 de diciembre de 2009

domingo, 27 de diciembre de 2009

MARIA PAOLA VARGAS ORTIZ


Acababa de morir, de sonreír por última vez. Hay momentos en la vida donde las líneas que unen nuestro cuerpo, se desbaratan, huyen, así por así. Reconozco que así es la vida, pero como poder entender que lo que mas se quiere, se puede ir, para ya no regresar mas, dejando a veces, palabras flotando en el aire. Maria Paola se fue, dejo a sus padres, a sus amigos, me dejo a mí, que ya no podré conocerla. Hay quienes la lloran, quienes se envuelven en la pena de ya no tenerla a lado, estoy también yo, que la extraño sin haberla conocido. Te quitaron la vida, te la arrancaron, sin ni siquiera pensar en ese gran corazón que llevabas en el pecho. Mil veces maldito, quien hizo que cerraras los ojos a todos los colores, mil veces maldita su inconciencia, sus ganas entupidas de aparentar una falsa valentía. Pero Dios es justo y tú, ahora en cielo, sé que cuidaras de las personas que te quieren, como cuando eras niña y jugabas con tu polota, mientras tu mami te cuidaba. Hace un tiempo que quería escribirte esto, hace tiempo quería que sepas desde donde estés, que te quiero mucho y que hubiera querido conocerte. Ahora solo puedo decirte que deseo que estés bien, sonriendo, con tu carita tierna a los muchos corazones a los cuales les diste algún motivo.

viernes, 25 de diciembre de 2009

NAVIDAD.

A veces me arrullo, dedicándole mil razones a mí corazón, escuchando que el tiempo cambia de un espacio a otro. En mi casa, esta vez, muchas cosas me han recordado que la sonrisa de un niño, puede escapar muy lejos, recorriendo espacios que antes no supieron llegar a mí. Es navidad, el tiempo donde la tristeza puede tomar vuelo, donde una palabra puede significar tanto. Antes todo era distinto, una piedra no sabía hablar de mí. Un susurro ahora basta para encontrar la tranquilidad con la que vive una gota de agua, es cierto, ahora ya no solo me duelo de mí. Tengo veintidós años yendo de un lugar a otro, viendo los autos, las casas rojas, mis zapatos. Hay gente que escapa, que no huye, que no sabe reconocer el agua de mar en la carita de un niño. Pero si bien es cierto, me da pena, y me da pena escuchar el sonido de unos zapatos gastados, ver una pequeña mano entreabierta, escuchar un ruidito que se asemeja a palabras que aun no saben donde van. Solo él sabe cuanto mas quisiera dar, cuanto mas pudiera dar…