
Suelen ir hacia el mar, huyendo de todas las cosas que por nosotros pudieron ser contaminadas. No son más que criaturas hechas de la misma naturaleza del hombre, de su misma razón. Tenía una hermana que apenas y recuerdo por el miedo que les tenía al confundirles con duendes. Ella murió cuando mi padre aun caminaba por estos mismos pasajes. La quería mucho e íbamos caminando despacio hacia atrás para ver quien podía llegar mas lejos, cuando apenas sus años llegaban a dar los dedos de una mano; no mas, no recuerdo mucho ya.
Ahora que estoy aquí mirando desde la ventana de este lado de la casa, puedo decir que los sueños suelen huir hacia el mar para morir en el. No podría imaginar ningún otro lugar donde pudieran estarse como difuntos, así queditos, llenos de nada. Muchos suelen pensar que el hecho de estar aquí entre paredes de algodón me hace menos humano que cualquiera, pero no. Podría confesarles que he perdido la razón, pero no el recuerdo de una vida que alguna vez pude haber recorrido como cualquiera y es así que ahora vivo entre paredes de algodón, con otras personas como yo.
Ya que les hablo de esta forma, quisiera decirles algo más: que más que yo, alguna vez he muerto descalzo y de rodillas frente a mis discípulos que lloran cuanto aroma de rosa fresca pudiese llenársele en los ojos, mientras la vieja anciana mira terca el desperdicio de un día suyo frente al telar…
Hablaba de paredes de algodón, yo no se pero sospecho que han de ser para no hacerme sangrar mientras me de contra las paredes. Es que cuando oyó algún susurro que me haga recordar a los sueños que he olvidado, se me vienen cuerpos enrarecidos que no caben en el mío y trato de sacármelos a punta de golpes contra pared. Ellos no lo entienden, ya se los he dicho pero no me oyen, no saben que hay otros seres, aparte de los que comen u oyen como nosotros, bueno como ellos. Por que yo ya no soy como ellos, yo soy distinto.
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