martes, 2 de marzo de 2010

Una canción senil

Hay cosas que inspiran. Desde luego, ciertas cosas encierran un lenguaje propio, que sabe enredarse las piernas para caer tendido estrepitosamente frente de mí. A mi me suceden muchas cosas, hoy por ejemplo llovió mucho en muy poco rato, cosa que no es nada del otro mundo, sino fuera por que después de la lluvia, ya en la noche vi a un tipo caminando con muchos paraguas en los brazos, que de seguro se disponía a vender en plena lluvia, cosa que hubiera sido un buen negocio, sino fuera por que la lluvia no duro lo suficiente como para que su dura empresa rindiera buenos frutos. Ese tipo de cosas me suceden a menudo, por ejemplo, una vez vi a una niña de seis años en medio de una calle muy transitada del centro de la ciudad, y lo distinto fue que la niña estaba sentadita, rodeada de muchísimos juguetes justo en el centro de la calle. Me acerque a ella, extrañado de verla solita allí y le pregunte si la habían dejado sola, y ella solo atino a señalar hacia la otra calle, diciéndome que su mama estaba por allí. Después de eso me di media vuelta para seguir caminando, mientras pensaba en por que la luna era redonda. Es por ese tipo de cosas que los días transcurren encerrados en un espacio lleno de espasmos, tranquilos como la ultima canción que se diluye en la mar, reposada y tranquila, adherida a mi, para no caer, para poder sentir.

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