En cuestiones de arrullar una pena, debo confesar que tiemblo. Siempre oculto el lado impreciso de la moneda, en el bolsillo izquierdo para cuando el tiempo oscurezca a media mañana. A pesar de la monstruosidad con la que arremete una gota de lluvia en los más días claros, siempre le rezo a la forma de mis zapatos. Nunca olvido que provengo de una mancha de carbón, oxigeno gris que frecuenta la ceniza. Veraz, un día quise encontrarme conmigo mismo, y no fue posible, mientras otra noche me fue posible hablar con mi voz. Siempre preveo una razón para cada cosa, y evito rozar los objetos que no den a luz...
No hay comentarios:
Publicar un comentario