miércoles, 20 de enero de 2010

ALBERT FISH.

Simplemente la abrazo, y las lágrimas empezaron a ensombrecer sus mejillas.
-Todo será mejor mañana pequeña- le decía Fish, con la mirada desviada, y ajena, como una criatura hecha de azufre y cenizas.
Su cuerpo pequeño, descalzo y desnudo, conjuraba un hechizo silencioso con una vocecita que se va, para desaparecer, para no sufrir más. La pequeña Amelie sufrió hasta el último segundo, en un mundo que ya no la recuerda, un mundo que se fue.
El dolor se fundió con la sangre que le escurría entre sus piernecitas. Cayo al piso mientras intentaba mantenerse en pie, para escapar e irse volando por la ventana u si dios quisiera para estrellarse contra la acera, desde ese sexto piso.
-¿A donde vas pequeña, acaso no te gusto?- le pregunto la bestia, con su endemoniada voz, mientras se sujetaba los pantalones con el cinturón de cuero que había manchado con la sangre inocente de la pequeña criatura.
Solo tenía ocho años y su carita en ese momento, dibujaba un sufrimiento que va más allá del dolor y de la pena. Se desangraba mientras el olor a azufre en esa habitación, se hacia mas presente que cuando abuso de aquella muchachita de dieseis años.
Ella se quedo tendidita, allí, en el piso, mientras sus ojitos se iban cerrando a la vida, esperando que al despertar apareciera en algún lugar mejor.
-No te vayas a ir aun, iré a comprarte un obsequio- le decía el viejo, mientras abría la puerta y salía de la habitación y salía de la casa…

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