domingo, 31 de enero de 2010

LOS CHIMCHIBILOCOS

En aquel lugar siempre anochecía un poco más tarde y la gente siempre en sombras, rehuía a los sonidos fuertes. Estuve allí un par de días, recogiendo hojas, y velando a los gatos muertos para que no se enfaden desde el más allá con nosotros.
Era un pueblo pequeño, con casas hechas de barro y paja. En los techos, en la parte más alta, todas las casas tenían un animal disecado, a manera de vigilante de sombras, para que les cuidara de los malos espíritus que abundaban por la zona. "Gekko", era el hombre más viejo y lleno de sabiduría que pudiera existir en este mundo, eso decían. Sin embargo el penacho ataviado de plumas que usaba en la cabeza, no le daba más que un aire de pavorreal fantasmal, y apenas y podía soltar más que cuatro o cinco palabras bien pronunciadas.
Estaba solo allí, perdido en un cuento de estrellas intergalácticas de quesos y salsa de limón, rodeado de perros chinos y gente proveniente de un espacio distinto al mío. Eran chimchibilocos, provenientes de la tribu eclesiástica de la estrella del sur, descendientes de Acuelomonon Segundo, el único guerrero que pudo matar un dragón.
Sentí mucho aprecio por su raza, aunque nada es lo que parece, por que pretendieron comerme, así como lo escribo, quisieron degustar mis carnes con especias del lugar. Tuve suerte de encontrar el único camino libre de escombros, para poder huir, por que sin mediar palabra alguna, pretendieron fundir mi cuerpo en salsas de tomates verdes, sobre una brasa de carbón. Fue en ese momento cuando desperté, en mi cama y en una casa de cartón, la mía.

No hay comentarios: