miércoles, 6 de enero de 2010

CUENTO DE HOSPITAL

- CAPITULO PRIMERO -

Me miraba silenciosa, tratando de desenredar el nudo que había llegado a estancarse en su garganta, quien sabe por cuanto tiempo más. Me miraba triste, sintiendo lastima de mi, como si estar sin dormir varios días fuera mas triste que vivir en la cama de un hospital. Todo sucedió muy rápido, no se por que, solo espero que esto acabe, que termine por el bien de mi niña.
Haciendo mucho esfuerzo expulsó algunas palabras, que imagino, le rozaron la garganta. Soltó algunas palabras pequeñitas, por el pequeño orificio por donde aun podía respirar.
-Te sientes bien- me dijo.
Había prometido no llorar delante de ella. Había prometido no abrazarme al mar, no dejarme llevar por la tristeza de tenerla tan mal.
-Todo esta bien princesa, solo recordaba.
-¿Segura? ¿Y en que pensabas?- preguntó, con su vocecita de viento que se corta y sus ojitos cerrados por la hinchazón.
-Pues recordaba tus travesuras de niña… Recuerdas aquella vez donde me contaste que habías visto un ángel, tenías siete años, creo. Según tú, esa tarde de lluvia había entrado por la ventana y te dijo que si te portabas bien te llevaría al cielo. Vaya susto que me pegue, me asusté mucho – recuerdas - creí que un ladrón había entrado por la ventana y había amenazado con hacerte daño. Por suerte, no fueron más que ocurrencias tuyas. Tenías una gran imaginación, y la sigues teniendo, por algo no tus cuentos les gustan tanto a los niños. Eres la mejor sabes, la mejor escritora del mundo.
-Buenos tardes señora Márquez- oí decirle al médico, que entró en la habitación sin ni siquiera darme cuenta -veo que Fernanda esta dormida, por eso quiero aprovechar para platicar con usted sobre el caso de su hija, acompáñeme, por favor.
Ni siquiera me di cuenta en que rato se durmió. Ni siquiera puedo distinguir si esta bien u mal, ya. Esto parece una pesadilla de la que quisiera despertar y me siento tan culpable de todo lo que esta pasando, que no hay momento que no le ruegue a Dios que esto termine pronto - esta bien doctor - le respondí con el alma inundada.
Es triste ver pasar los días en un hospital, dormir en una banca o en una silla, con el temor de que algo malo pase en algún momento. Ya llevamos siete días aquí, y aun no logro comprender por completo, todo lo que esta pasando, ni siquiera se con exactitud que es lo que tiene mi hija. Lo único en que han coincidido todos los médicos que la han visto, es en que aun no hay un diagnostico exacto de lo que tiene.
Voy caminando por los mismos pasillos donde he caminado estos últimos siete días, con los pies firmes, frotando mi mano derecha sobre las paredes color celeste gastado, inclinando la cabeza, pensativa, somnolienta, hacia el consultorio del doctor Duran, como lo he venido haciendo, cada vez que hay noticias nuevas, que casi siempre son los mismos signos de interrogación.
- Pase señora Márquez, siéntese- escuché decirle, antes siquiera de acercarme a la puerta.
- Por favor doctor, ¿dígame que esta pasando?- le pregunté, mientras le miraba, con esa cara de tranquilidad, como si nada estuviera pasando, como si mi hija no se estuviera muriendo.
-Tranquilícese señora, le tengo noticias- dijo, tratando de calmarme –lo que su hija tiene, es una enfermedad intersticial, conocida como síndrome de Goodpasture o también conocido como síndrome del pez globo, lo cual es una desviación de una hemorragia alveolar. Este síndrome lo que produce en términos generales, es la hinchazón del cuerpo producto del deficiente funcionamiento de los pulmones, eso quiere decir que su cuerpo no logra expulsar el oxigeno por la vías respiratorias, y más bien lo retiene haciendo que sus extremidades y el cuerpo en general empiece a inflamarse, mas claro, su cuerpo esta empezando a llenarse de aire., hay muy pocos casos similares reportados en el mundo hasta ahora. Lo único que es exacto aquí, es que es una enfermedad congénita, que aparece luego de que el paciente haya sufrido un cuadro de depresión leve u moderada, estaba predispuesta a ello desde que nació.
-Pero cuando nació nadie me dijo nada, doctor-, le refute, como defendiendo la salud de mi hija, en un caso que era mas que inevitable.
-Lo sé, señora, como le dije es una enfermedad muy rara, es imposible detectarla en el nacimiento. La única manera de saber de su presencia, es cuando ya ha tomado el cuerpo de la victima, en este caso su hija.
-Se va a morir doctor, dígame la verdad, se lo suplico- le pregunté, con el rostro y el corazón ahogados por las lagrimas que por tantos días me he negado a sacar. Ya no me es posible contenerme. Ya no me es posible estar un minuto en pie, mi hija se muere y yo no puedo hacer nada, nada.
-Tranquilícese señora, le voy a ser sincero. Lo único que podemos hacer es extraer el aire de su cuerpo con un procedimiento llamado “ Humiparización Invertida” que será dejando un día para evitar el riesgo de lesión en sus tejidos, ya que si sucediera, no quedaría mas que amputarle la parte afectada. En estos casos no queda más que esperar lo peor, no podemos hacer nada más. Le recomiendo que vaya a su casa y descanse, lo necesita, se le ve muy agotada.
- ¿Me pide que me vaya a mi casa, doctor?- le respondí, con una ira propia de quien ya no siente mas que un inmenso vacío, de una pena redonda, de un miedo y una pena juntas.
- Así es señora Márquez, vaya a descansar, ya no se puede hacer mas- me insistió con una indiferencia tremenda, mientras veía los documentos de otros pacientes.
- “Quiere que me vaya mientas mi hija se muere” “quiere que la deje aquí, esperando su muerte” ¡por quien maldita sea me toma! Soy la madre de la chica que esta recostada en esa cama, me entiende. No se quien mierda es usted para decirme que me vaya y que espere que se muera, como quien pierde una mascota. Como padres uno espera que los hijos lo entierren a uno, y no al revés, ¡me entiende!
-¡Tranquilícese señora, tranquilícese señora!- le oía repetir una y otra vez, mientras lo tenia sujetándolo de la camisa, antes de empujarlo detrás de su escritorio. Lo tire, con silla y todo, sin saber siquiera lo que estaba haciendo, sin ni siquiera darme cuenta.
Salí de su consultorio sin mirar atrás, si fijarme en lo que había provocado por mi frustración y mi rabia. Salí rápido, tanto que pareció que en un solo paso ya me encontraba fuera del hospital, en la puerta. No sabia que hacer, ni a donde ir. Lo único acertando en lo que pensé, fue en ir a casa, a cambiarme de ropa, cenar y su fuera posible, descansar, como me lo había pedido el doctor Duran, el medico al que insulté. Esperaba un taxi, mientras secaban las lágrimas que me habían bañado el rostro, lo tomé, y fui directo a casa. No tarde mucho o quizás el tiempo ya no importaba tanto como antes.
Ya en casa, me senté en el sofá, recogí mis piernas y seguí llorando. Lloré como una niña de cincuenta y seis años esperando que las lágrimas se me secaran para regresar al hospital. Fui a la cocina, abrí la nevera y no encontré más que huevos y papas fritas, de las que vienen embolsadas, listas para freír. Prendí la cocina, calenté aceite y me puse a freír las papas, luego los huevos. Los serví en un plato grande que estaba en un cajón y fui a la mesa. Me senté en la segunda silla de la izquierda, frente a la ventana, y llené el estomago, que desde hace dos días lo había ocupado solamente con agua. Fui hacia la ducha, me bañe e inmediatamente, como si una fuerza espiritual quisiera darme más motivos de los que ya tenia para recordarla en caso suceda lo peor, me acerqué a su puerta. Me deje llevar hacia la habitación de Fernanda. Abrí la puerta, entré y lo primero que saltaron a mi vista, fueron sus dibujos. En especial uno de un cerdito con unas alas muy graciosas, color rosa, entregándole un sobre azul a una niña que cuidaba sus vacas en campo verde poblado de cientos de arboles de limón.

No hay comentarios: